Desde nuestra perspectiva, la investigación social y educativa no puede quedar limitada a reproducir los modos de hacer ciencia de la academia clásica, sino, por el contrario, debe habilitar procesos de comprensión de la realidad educativa, desnaturalización y problematización de la misma, para lograr su transformación. Esto lleva a re-pensar los criterios de validación que hoy rigen en la ciencia y re-conocer las nuevas modalidades de construir conocimiento en el campo de la pedagogía en particular y en las ciencias sociales en general.
Al respecto, Orlando Fals Borda da una importante pista, cuando presenta lo que él llama los pilares básicos sobre los cuáles se debe construir la perspectiva de la Investigación Participativa en clave crítica-emancipadora:
“En los paradigmas dominantes se establece una dualidad entre teoría y práctica, pero desde la perspectiva de la Investigación Participativa, se necesita actuar para aprender, descubrir y transmitir. Y en esa relación teórico-práctica lo determinante no es la teoría, sino la práctica. No está mal teorizar, pero hay que salir de la torre de marfil que ha negado la particularidad de los contextos.”
Desde esta perspectiva se reconstituyen los lazos de solidaridad y, tal como lo plantea Boaventura de Sousa Santos, se torna necesario un conocimiento que, más que “conocer es reconocer y progresar en el sentido de elevar al otro de la condición de objeto a la condición de sujeto”. Este pensador plantea que se ha naturalizado tanto la idea de conocimiento como principio ordenador sobre las cosas y sobre los otros, que resulta incomprensible “imaginar una forma de conocimiento que funcione como principio de solidaridad”.
Otra condición para analizar los procesos de producción de conocimientos sobre y desde el trabajo docente desde la perspectiva crítica, es el rigor metódico, que no significa reproducir mecánicamente las rigurosidades del método positivista, sino crear y recrear las condiciones en que es posible aprender críticamente. Educador y educando “rigurosamente curiosos”.
El papel de la investigación es clave en el planteo de Paulo Freire, ya que la tarea misma de enseñar lleva implícita la búsqueda y la indagación. La actitud investigativa también abre las puertas del pensar crítico pues ella se justifica cuando hay objetos desconocidos y, en el proceso de descubrimiento, el sujeto conoce, reconoce y aprende..
Desde esta perspectiva, educadores y educandos se conciben como productores de conocimientos y no como meros consumidores y transmisores dedicados a la implementación de conocimiento producido en otros ámbitos. Por el contrario, son sujetos que intervienen en el mundo y entienden “lo educativo” como un proceso de descolonización del saber.
Por ello, es clave la estimulación de la pregunta. “Entender la curiosidad como un derecho”. La tarea docente debe estar centrada en la estimulación de la pregunta y la reflexión crítica sobre la propia pregunta. O, al decir del propio Freire, “lo que importa es que profesores y alumnos se asuman epistemológicamente curiosos”.