Como sostiene Norbert Elias (1987), los cambios sociales producen modificaciones en las costumbres humanas, lo que implica una transformación en las estructuras y hábitos psíquicos. Siguiendo los desarrollos de este autor decimos que ninguna emoción humana está fijada genéticamente, por el contrario, las emociones forman parte de un aprendizaje de carácter social, histórico y cultural.
Una de las preguntas que podemos hacernos al respecto, es cómo se han transformado los parámetros por medio de los cuales las personas construyen su valía social. Desde diversos aportes de la sociología (Elias, 2009; Martuccelli, 2007; Zamora, 2011) se señala que, a diferencia de las sociedades tradicionales, donde las rígidas jerarquías determinaban el estatus de cada uno de los diferentes grupos sociales, en las sociedades modernas el valor social de las personas se fue desligando cada vez más del estatus asignado a priori. Illouz (2014) denomina este momento histórico como de inseguridad ontológica aduciendo que el yo en los tiempos modernos se encuentra frente a nuevas formas de incertidumbre porque los criterios de evaluación entre las personas se diversifican y dejan de estar sometidos a códigos sociales uniformes.
En los tiempos contemporáneos el individuo estaría conminado a un esfuerzo cotidiano de construcción de sí mismo que requiere cada vez más de la confirmación de lxs otrxs. De modo que, en las sociedades actuales, la experiencia de respeto ya no es más el fruto del lugar ocupado en la jerarquía social, sino que es la construcción que el sujeto hace de su propia valoración.
Todos estos cambios, nos invitan a interrogarnos sobre los procesos y experiencias por medio de los cuales, vamos consolidando nuestra identidad, construyendo nuestra autoestima, edificando una mirada acerca de nosotrxs y de los demás. Una pregunta que puede resultar útil para pensar a los sujetos y los vínculos que se traman en la escuela, es la pregunta por las modalidades que adquiere la construcción de respeto en la escuela. Como señala Richard Sennett (2003) el respeto constituye un aspecto fundamental de la experiencia social e individual de las personas. La vivencia de respeto no puede pensarse por fuera de la relación social, porque las personas necesitamos de la confirmación de los otros para sentirnos respetados.
Esta cuestión, inunda de complejidades las relaciones escolares, puesto que ya no alcanza solamente con que docentes y alumnxs ejerciten los roles propios de la función que ocupan, sino que, se torna necesario hoy más que nunca, establecer acuerdos y criterios acerca de lo permitido y lo prohibido.
De allí que los modos de convivir con otrxs en la escuela sea una preocupación que en los últimos años ha adquirido protagonismo en la agenda pública. Así por ejemplo en nuestro país la “Ley de Educación Nacional N°26.206” y la “Ley para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las instituciones educativas N°26.892”, plantean entre sus objetivos y propósitos promover prácticas que tengan en cuenta la resolución pacífica de conflictos y la promoción de vínculos basados en el reconocimiento y el respeto mutuo.
La búsqueda de respeto cobra así protagonismo y emerge como núcleo de conflictividad tanto en la lucha por obtenerlo como en las demostraciones cotidianas de falta de respeto (Di Leo y Camarotti, 2015; Kaplan, 2012; Paulín, 2015). Se torna visible la importancia que adquiere este significante para la organización de las relaciones interpersonales en la escuela.
Diversas investigaciones manifiestan que las instituciones en donde lxs estudiantes pueden sentirse reconocidxs y respetadxs favorecen una significación positiva del tránsito por la escuela (Martínez, 2015; Nobile, 2014). De este modo, se torna visible cómo el respeto o su falta emerge como una de las razones más usuales de conflictividad en las instituciones escolares.
En vistas a este escenario, es necesario que nos preguntemos acerca de los conflictos. ¿Cómo abordamos las situaciones conflictivas que se suceden en el cotidiano escolar? ¿Qué representaciones tenemos acerca de los conflictos?
La propuesta de este curso es analizar estos acontecimientos desde una perspectiva amplia y relacional, entendemos al conflicto como un elemento inherente a la vida en sociedad (Jares, 2002). Es común asociar al conflicto con algo negativo que debe sofocarse o evitarse, o inclusive, como un aspecto individual. Creemos que aferrarnos a estas perspectivas, obstaculiza la posibilidad de pensar en otros modos de intervención que enriquezcan la mirada: ¿Es un conflicto el problema de una sola persona? o por el contrario, tiene que ver con ¿Una situación, una relación, condiciones que se dan en un escenario particular y no en otro? ¿Desde dónde nos posicionamos para intervenir en las situaciones que suceden en la escuela?
Un instrumento posible para trabajar sobre estas cuestiones es la “Guía Federal de Orientaciones para la intervención educativa en situaciones complejas relacionadas con la vida escolar”, creada en el año 2014. Dicha guía tiene por objeto ofrecer a lxs docentes de todo el país una orientación que les permita diseñar estrategias para una convivencia democrática que respete el cuidado de todas las personas. La guía se concibe como una herramienta que permita a los equipos docentes reflexionar colectivamente sobre las condiciones institucionales que hacen posible construir un espacio de convivencia pacífica y de cuidado entre sus diferentes actores.
Esperamos que este breve desarrollo permita orientar sus lecturas y que también abra inquietudes y preguntas. A continuación, dejamos un posible itinerario para seguir pensando sobre esta temática.
Nos seguimos leyendo…