“…vos entras a la escuela y sos una persona distinta, sociable todo. Y salís de la escuela y podes ser tremendo…”(Nahuel, estudiante)
En la clase número 3, trabajamos el lugar de la escuela como espacio de encuentro entre lxs jóvenes. Abordamos cómo este encuentro con sus compañerxs implica también la puesta a prueba de su respetabilidad. Asimismo centramos nuestra atención en los principales motivos que constituyen nudos de conflicto en las tramas relacionales de lxs jóvenes. Y nos preguntamos si la escuela puede ser un lugar que acompaña la búsqueda identitaria de lxs estudiantes.
En la clase de hoy trabajaremos acerca de cómo los distintos lugares por los que transitan lxs jóvenes implican diferentes marcos y expectativas sobre sus conductas y comportamientos. Con esta idea buscamos poner de relieve que muchas veces, malestares, desencuentros, y conflictos en la escuela están relacionados con discrepancias respecto de los códigos de comportamiento que se requieren para participar en cada espacio. Es decir, muchas veces esperamos que lxs jóvenes se comporten de cierta manera “que escuchen”, “que hagan las actividades que les proponemos”, y cuando no lo hacen suponemos que detrás de esa actitud hay mala voluntad, o simplemente transgresión de su parte. A continuación ensayamos algunas posibles explicaciones que tal vez nos ayuden a echar algo de luz sobre esta cuestión.
Como señalan García Bastán & Paulín (2015) “Los espacios urbanos constituyen una dimensión clave para la comprensión de la condición juvenil, sus formas de sociabilidad y procesos de construcción identitaria” (p.275). Focalizando la mirada en lxs jóvenes de sectores populares el barrio cobra central importancia, puesto que las esferas sociales por las que transitan suelen ser reducidas: la escuela, el barrio o la casa. En una sociedad que demarca, excluye y legitima a unos pocos como dignos de ocupar el espacio público, el barrio se convierte en el ámbito esencial de circulación y de sociabilidad para muchxs estudiantes de sectores populares. Esto guarda relación con que el casco céntrico de la ciudad es percibido como un lugar lejano al que resulta difícil acceder, ya sea por la lejanía en términos de kilómetros o porque el “centro” no se visibiliza como un espacio habilitado para ellxs. Wacquant (2011) utiliza el concepto de estigmatización territorial para dar cuenta de las cargas existenciales asociadas al lugar de residencia que reafirman el circuito de marginalidad y desigualdad social, es decir, que para muchxs estudiantes de sectores populares vivir en barrios periféricos, representa de antemano un juicio de valor negativo hacia su persona, una carga. Asimismo, en lo que respecta a sus propios modos de circulación y tránsito por el barrio, en numerosas oportunidades, este es percibido como un escenario inseguro y violento del cual hay que resguardarse porque es “peligroso”, hay “juntas” en la esquina, venta de drogas, o enfrentamientos entre diferentes patotas, tiros, robos o redadas policiales (Silva, 2018).
Observando estas situaciones desde la óptica del respeto podríamos trazar dos niveles de análisis. Por una parte, cómo la respetabilidad de lxs estudiantes de sectores populares se edifica en base a ocupar un lugar subalterno en la sociedad. Y por otra parte, cómo la cuestión del respeto en el barrio, emerge vinculada a la necesidad de “no dejarse pasar por arriba” para poder transitar con mayor tranquilidad por sus calles y así evitar posibles sometimientos, como robos o acosos.
Para muchxs jóvenes de sectores populares, transitar por el barrio y, construir respeto allí, demanda un esfuerzo, un desafío subjetivo importante. Especialmente, porque requiere el desarrollo de cierta disponibilidad emocional: estar alertas y preparados para accionar ante situaciones imprevisibles, como así también tener la destreza de responder amenazas o afrentas por medio de la violencia física. Cuando mencionamos la noción de repertorio emocional, nos referimos a que los esquemas de dominación emotiva de las personas (Elias, 1987), es decir, de aquello que es preciso y no es preciso reprimir, regular y transformar, guarda íntima relación, no solo con el contexto histórico y social, sino también con los escenarios de interacción que requieren de lxs sujetos disposiciones emocionales diferenciales e incluso contradictorias.
Diversas investigaciones (Zubillaga, 2007; Strocka, 2008; Cerbino, 2012; Bourgois; 2010), que abordaron la temática de las pandillas y grupalidades juveniles en ámbitos de alta vulnerabilidad social ponen de manifiesto que las legalidades y formas de organización de los vínculos al interior de los grupos están mayormente atravesadas por dinámicas autoritarias donde la posibilidad de ejercer la brutalidad se erige como marca de prestigio. A este respecto, queremos destacar que muchxs jóvenes identifican al barrio como un ámbito de menor regulación y mayor proclividad a la imposición por medio de la fuerza.
Por el contrario, la escuela sí representa un ámbito de interacción con otras legalidades, donde la palabra cobra valor y peso para dirimir los problemas. Sobre este punto nos gustaría detenernos, puesto que muchas veces la legalidad que la escuela propone es tan diferente y se encuentra en una oposición tan marcada con los otros espacios de interacción y sociabilidad por los que transitan lxs jóvenes, que pueden llegar a generarse una multiplicidad de desencuentros y conflictos. Vale decir, como la escuela es un espacio con reglas y lógicas diferentes del “afuera” esto puede resultar contradictorio para lxs jóvenes porque en otros espacios por los que circulan se espera de ellos una disposición diferente: “saber pelear”. Resaltamos entonces la cualidad situacional que requiere comprender cuáles son las expectativas de comportamiento que proponen los diferentes espacios de interacción, y que esto constituye todo un aprendizaje para muchxs estudiantes.
En este sentido, la escuela es significada para muchos estudiantes como un ámbito de pacificación de los vínculos. Esto acontece cuando las pautas y modalidades de convivencia que propone la institución escolar forma parte de acuerdos compartidos y criterios explícitos. La investigación de Mutchinick (2010) señala la estrecha relación entre el ejercicio de la autoridad, y la confianza hacia la escuela Es decir, mientras menor es el margen de arbitrariedad en el ejercicio de la justicia escolar la confianza hacia la escuela se acrecienta. De este modo, la escuela representa un espacio pacificado porque lo que se aprende también está relacionado a otras modalidades de abordar aquello que emerge como conflictivo, molesto, disruptivo, e incluso como una afrenta a la respetabilidad de lxs jóvenes. La escuela puede representar un espacio en donde se aprende que la palabra tiene un peso y un valor para dirimir conflictos, cuando es legitimada y respetada por la comunidad educativa en su conjunto.
Las estrategias que lxs jóvenes construyen para hacerse respetar en la escuela
A continuación, haremos una breve mención a las estrategias que lxs estudiantes despliegan cuando sienten que fueron menospreciados en el espacio escolar. Las interacciones cotidianas de lxs jóvenes están marcadas por diversas ambigüedades y contradicciones. Es común observar a lxs jóvenes interaccionar entre sí mediante, risas, burlas y chistes, se trata de una modalidad típica de las sociabilidades juveniles, donde lo que predomina es una actitud lúdica vinculada al compartir y pasar el tiempo juntxs.
Sin embargo, en multiplicidad de situaciones, lxs estudiantes se ven compelidos a dejar en claro cuáles son los límites del intercambio vincular, para evitar futuras situaciones de sometimiento, así en el cotidiano escolar y la convivencia con lxs otrxs van desarrollando diversas formas de regular y autorregular, la conducta de sí y de lxs demás.
En líneas generales las estrategias para hacerse respetar que despliegan lxs estudiantes van desde poner un límite por medio de la palabra, ignorar la ofensa, hasta la utilización de la violencia física como recurso (Silva, 2018). Señalamos aquí que cada situación, institución y vínculo es singular, y que dichas actuaciones no guardan un orden progresivo.
Rescatamos que en instituciones donde pueden configurarse reglas de juego claras, y en donde el ejercicio de la autoridad se ejerce de modo eficaz, la utilización de la violencia física como recurso disminuye. (Noel, 2007; Silva, 2018).
También es notable que en la medida en que lxs estudiantes avanzan en la trayectoria escolar, aparece la posibilidad de cierto distanciamiento emocional respecto de las interpelaciones a hacerse respetar. Cuando lxs jóvenes pueden elaborar una mayor libertad ante el juicio o la opinión de los otros, la necesidad de reconocimiento se autonomiza generando un proceso de mayor subjetivización e individuación (García & Madriaza, 2005).Consideramos que el pasaje por la escuela puede ampliar, ensanchar, enriquecer, los recursos con los cuales lxs jóvenes responden al momento de enfrentarse a situaciones que pueden representar una amenaza a su identidad o al respeto propio.
Con lo señalado anteriormente queremos poner de relieve que las relaciones que muchas veces se establecen entre juventud y violencia en la escuela, no son lineales, individuales ni uniformes. Por el contrario, los modos en que lxs estudiantes van configurando sus vínculos con sus compañeros forman parte de dinámicas relacionales y situacionales. En dichas relaciones lxs estudiantes reconocen diferentes modos de responder ante la interpelación del respeto, en donde la respuesta por medio de la violencia física, solo representa una modalidad más entre otras. Destacamos aquí que a medida que lxs estudiantes pueden avanzar en su trayectoria escolar, el uso de la violencia como modo de conseguir respeto va perdiendo su eficacia y legitimidad.
Nos gustaría finalizar con una idea planteada por di Napoli & Richter, (2019) cuando mencionan que la institución escolar imprime huellas subjetivantes en la vida de lxs estudiantes cuando es capaz de habilitar un lugar que les permite pensarse, hacer/se y ser jóvenes. “Frente a un contexto de vulnerabilidad social en el cual viven, la escuela se erige como un nodo biográfico por el cual encuentran sentido social a sus vidas” (p.1157).
En este sentido, lxs invitamos a pensarse como figuras significativas para lxs jóvenes, a acompañarlxs en el desafío de construir su identidad, valía social y respetabilidad, a situarse como referentes que dejan huella y anudan sentidos en las biografías de lxs estudiantes.
Nos seguimos leyendo!
Un cariño
Verónica y Magdalena.
Itinerario de lecturas teóricas sugeridas para pensar y analizar estos temas en la escuela
🙂 Estimados docentes a continuación dejamos a su disposición una serie de lecturas posibles. Se trata en la mayoría de los casos de resultado de investigaciones que a nivel nacional desde diferentes universidades y equipos de investigación se vienen realizando sobre la temática.