“Entiendo que te molesta, la empatía te cuesta
Y si ahora gritamos y cantamos en modo de protesta
Es porque preguntamos bien y nadie nos dio una respuesta”
Woss
Estimadxs, en esta clase nos gustaría plantear algunas ideas y preguntas relacionadas al lugar del adultx como mediador de las relaciones entre lxs jóvenes. La escuela es un espacio que se organiza alrededor de la construcción de ciertas pautas, normas, reglas, que organizan la vida en común. En diversas oportunidades lxs adultxs nos encontramos lidiando, trabajando con situaciones de conflicto entre jóvenes. La propuesta entonces, es adentrarnos a pensar juntxs en las intervenciones que realizamos sobre estos temas. Intervención como “venir entre”, introducir allí una otra mirada, otro punto de vista, construir ese lugar de terceridad al que estamos convocados por nuestra función. Parece algo sencillo, sin embargo, sabemos que el cotidiano escolar, sus tiempos veloces, la necesidad de “resolver”, o “responder” ante una situación, nos priva muchas veces de deternos a pensar acerca de aquello que hicimos, de cómo lo hicimos, de por qué lo hicimos. ¿Pueden las cosas hacerse de otra manera? ¿Abrimos momentos y espacios para compartir con otrxs colegas y compañerxs de trabajo cómo nos sentimos con algunas intervenciones?
Como señalamos anteriormente, el espacio escolar representa un importante ámbito de sociabilidad para lxs jóvenes, de hecho, en la mayoría de los casos la mirada que construyen sobre la escuela está atravesada por los vínculos que allí tejen.
A lo largo del curso, abordamos cómo la necesidad de respeto se torna un elemento constitutivo de las relaciones humanas, que en el caso de lxs jóvenes se vuelve más pregnante por el momento vital que atraviesan. En los vínculos que lxs jóvenes construyen, el sentimiento de respeto ocupa un lugar protagónico delimitando muchas veces pertenencias o exclusiones grupales. Sentirse respetado para lxs jóvenes favorece sentimientos de gratificación y reconocimiento positivo de sí. Por el contrario, situaciones de falta de respeto generan o promueven sentimientos de vergüenza, humillación e inferiorización. Un interrogante que nos acompaña desde el primer día del curso es si el espacio escolar puede favorecer tiempos, miradas, voces, en donde el sentimiento de respeto puede sostenerse en una construcción colectiva, institucional. ¿Puede la construcción de respeto abordarse colectivamente o por el contrario, nos quedamos solxs, intentando dar respuesta a esa búsqueda?
En esta clase nos abocaremos al análisis de cómo la escuela y las intervenciones que hacemos lxs adultxs median los procesos de construcción de respeto entre lxs estudiantes. En un primer momento realizaremos un breve recorrido por aquellas intervenciones reconocidas como las más frecuentes en los escenarios escolares (diálogo, reprimendas informales, registros escritos -sanciones-, reuniones con familias). En un segundo momento trataremos de ahondar en las condiciones que sostienen la potencia o eficacia de una intervención. ¿desde donde intervenimos? ¿de qué modos la dinámica institucional atraviesa nuestras forma de intervenir? ¿qué es lo que hace que una intervención adulta sea efectiva? Finalmente buscaremos dejar abierta la pregunta sobre lo colectivo y la construcción compartida de pautas, quizás como el horizonte sobre el que consideramos que es fértil trazar modos que nos permitan sostener nuestras intervenciones, pero también sostenernos en el colectivo que se construye con la comunidad escolar.
Las intervenciones de lxs docentes y adultxs frente a los conflictos por el respeto entre jóvenes
Diversas investigaciones a nivel nacional (Mutchinick, 2018; Tomasini, Domínguez y Peralta; 2013; Paulín, 2013; Silva, 2018) señalan que lxs estudiantes valoran positivamente la intervención activa de lxs adultxs frente a conflictos entre estudiantes. Estudios antecedentes como los del Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas (2008, 2010) aseveran que cuanto más frecuente es la intervención de lxs adultxs, los casos de estudiantes que dicen haber vivido situaciones de violencia disminuyen notablemente.
Buscamos poner de relieve la importancia de lxs adultxs como agentes mediadores ante situaciones de conflictividad o violencia entre jóvenes. ¿Por qué subrayar algo que a primera vista parece obvio? porque nos hemos encontrado en muchas oportunidades con relatos de docentes que sienten que lo que hacen, no es reconocido, por lxs jóvenes o por sus colegas. Muchxs profesores, preceptores y adultos que trabajan en las escuelas, constantemente están buscando el diálogo, la conversación, dirimir la conflictividad que acontece frente a una pelea entre jóvenes. Sin embargo, en muchas oportunidades, estas acciones se viven en solitario, generan desgaste y los agentes escolares sienten que “no tiene sentido” o “que no vale la pena”.
Lejos de esto queremos recuperar y reconocer todas aquellas prácticas que docentes, directivos, preceptores, miembros de los equipos de orientación, realizan cotidianamente en las escuelas y que favorecen que la experiencia escolar de los estudiantes sea valorada positivamente. Así por ejemplo en una escuela en la que trabajamos una estudiante, ante la situación de una pelea con una compañera, nos decía:
Y: “no la agarro, porque el prece me pidió que no lo haga…”
E: Si el preceptor te dice nada… ¿Qué pasaría?
Y: Y ahí yo la agarro. Le iba a hablar, si se hace la pesada, sí le iba a pegar
(Yamila estudiante 3cer año)
El caso que relata la estudiante es una situación conflictiva que tuvo con una compañera a raíz de una rivalidad establecida por la belleza, “se hace la linda”, “me miró feo”. Tuvimos la oportunidad de conversar con la estudiante y con el preceptor. Allí pudimos adentrarnos en la historia de esta situación conflictiva que había pasado por varias situaciones: dejarse carteles ofensivos en el baño, insultos entre ambas alumnas en los recreos y la amenaza de “agarrarse a la salida de la escuela”. El preceptor siguió esta historia conflictiva de cerca, habló con cada una de las alumnas por separado para adentrarse en lo que estaba sucediendo, intervino de manera explícita el día en que se insultaron e intervino activamente ante la amenaza de la pelea a la salida de la escuela. Propuso una reunión con ambas en preceptoría y les preguntó cuál les parecía que era la mejor manera de resolver esta situación, porque él no iba a dejar que se fueran “a las manos”. Luego de la conversación con ambas, las mismas estudiantes acordaron que no iban a pelearse a la salida y que estaban dispuestas a no seguir generando discusiones entre ellas, porque “no valía la pena”.
Como puede observarse en el relato, la intervención del adulto detiene un posible enfrentamiento físico y genera un espacio de mediación ante un conflicto que es vivido por la protagonista como una afrenta y provocación. Tratemos de detenernos un rato en esta breve conversación, fíjense cómo la estudiante remite a ese lugar del preceptor como terceridad.
Algo que hacemos de modo frecuente en la escuela es señalar a lxs jóvenes lo que sí se puede hacer, lo que no. Mostrarle a lxs estudiantes que hay otra manera de hacer cuando algo del otro nos molesta, nos desagrada o incluso nos daña. La escuela ofrece a lxs jóvenes un lugar de mediación, de tramitación de conflictos que muchas veces representan una afrenta y una ofensa a la identidad de lxs jóvenes. De hecho, para muchos estudiantes la institución escolar es un espacio de pacificación de los vínculos sociales. ¿A qué nos referimos con esto? A que más allá de las particularidades de cada institución escolar lxs estudiantes identifican que la escuela es un lugar donde la palabra tiene un rol importante. Y en este sentido, los adultos ocupan un rol central.
Ahora bien, algunas preguntas me hice mientras estaba trabajando en esta escuela eran ¿Por qué aquí sí fue suficiente el modo en que el preceptor intervino? ¿Mágicamente la palabra del preceptor produce esos efectos? ¿Por qué en otras escuelas frente a situaciones parecidas las mediaciones de los adultos no son suficientes para generar un distanciamiento y lxs jóvenes terminan recurriendo a las peleas o enfrentamientos físicos?
A continuación ensayaremos algunas respuestas. Aclaramos que no se trata de una receta cerrada sino de rescatar ciertas características que consideramos significativas al momento de pensar en las intervenciones de lxs adultxs.
Un rasgo de esta institución, estaba vinculado a que las pautas y normas de convivencia eran (en la mayoría de los casos) sostenidas y respetadas por la comunidad en su conjunto. Si bien era una escuela que estaba en proceso de conformación de los Acuerdos Institucionales de Convivencia (AIC) había un circuito de intervención que estaba instalado en la dinámica institucional. Ante una situación conflictiva entre jóvenes, preceptores y docentes eran los primeros referentes de esos hechos. Sus modos de intervención iban desde el diálogo, hasta reprimendas informales, pasando por reuniones entre las partes y escrituras de actas. En un segundo momento, si estas acciones fracasaban, se llamaba al equipo directivo quién mantenía un diálogo con las partes implicadas, y en última instancia, se mantenía una reunión con las familias. Hasta aquí no hay acciones que disten de las que usualmente realizan las escuelas. Entonces ¿qué era lo que tornaba eficaz la intervención? Principalmente dos cuestiones: en primer lugar, una actuación “temprana” por parte de lxs adultxs, es decir que las solicitudes de lxs jóvenes tenían un asidero, eran escuchadas y tenidas en cuenta. En segundo lugar, los criterios comunes al momento de intervenir (algo así como que lxs estudiantes rescataban que las pautas de convivencia eran para todxs por igual). Y por último, lo que favorecía la intervención era la legitimidad de la palabra de lxs adultos que ejercían la mediación o el arbitraje. Este es uno de los puntos más sensibles y difíciles de transmitir. ¿Cómo se construye esa legitimidad ante la mirada de los jóvenes?
Como hemos mencionado, el hecho de que lxs estudiantes consideraban que las pautas eran justas porque alcanzaban a todxs por igual. En segundo lugar, porque la palabra del adultx se legitimaba en las acciones que realizaban. Vale decir, si se decidía en ese momento que la directora tenía que intervenir, la directora efectivamente lo hacía.
Estas acciones sostenidas en el tiempo y con cierta coherencia entre el decir y el hacer, generaban confianza en lxs estudiantes. La palabra del adulto se sostenía en las mismas acciones que realizaban y en una temporalidad que permitía inscribir en la experiencia de lxs jóvenes un “modo de hacer” propio de esta institución.
Es decir, el preceptor del ejemplo que hemos citado, si bien era un integrante activo de la escuela, preocupado por lxs estudiantes y con una apertura hacia ellxs. Sostenía su práctica en una dinámica institucional que favorecía su lugar como autoridad legítima.
Por el contrario, hemos observado que en otras escuelas muchos estudiantes tienen una percepción desfavorable de la figura del adulto como mediador de lxs conflictos. En estos casos las intervenciones carecen de eficacia y no logran desanudar estas situaciones. Consideramos que esto sucede principalmente cuando lxs estudiantes creen que no son escuchados, o se desestiman los conflictos y pedidos de ayuda por parte de ellxs hacia la figura adulta. Así por ejemplo, en el caso de una jóven que era molestada por sus compañerxs, le preguntamos si había intentando hablar con la preceptora o algún docente. Nos respondió lo siguiente “Nunca te va a escuchar. Por más que vayas a hablar con ella no te da bola” (Entrevista, Inés 2do año)
Para abrir algunas preguntas sobre la mirada de la joven y la intervención de la preceptora, nos interesa pincelar algunos rasgos de la dinámica de esta institución particular. Nos encontramos con que en esta escuela, había una dificultad muy grande para construir criterios comunes que organizaran la convivencia. Se trataba de una institución que había sufrido una rotación muy importante en cuanto al equipo docente y preceptores (por ejemplo en el transcurso de un año hubieron cuatro preceptores distintos, y una amplia rotación de docentes en materias como matemáticas, geografía y literatura). El equipo directivo tenía una presencia discontinua en la escuela. Con lo cual, muchos de estos rasgos generaban que las intervenciones frente a las situaciones de conflictos se asienten sobre prácticas que resultaban contradictorias y arbitrarias para lxs estudiantes. Había situaciones en donde a veces se permitían ciertas cosas a algunos estudiantes y a la semana siguiente, como ingresaba un nuevo preceptor (por ejemplo) las reglas cambiaban.
De este modo, las intervenciones frente a los conflictos, sucedían muchas veces cuando ya había ocurrido el enfrentamiento físico. Creemos que la respuesta de la preceptora y la correlativa sensación de no sentirse escuchada, por parte de la joven. Se correspondía también con una sensación generalizada de soledad que lxs adultos tenían en esta escuela. La discontinua presencia del equipo directivo y la alta movilidad de docentes y preceptores hacía muy difícil la construcción de lo común. De este modo, la práctica de la preceptora, su no respuesta frente a la solicitud de la alumna, guarda cierto correlato con el modo de funcionamiento institucional. Cuando impera el desgaste, el cansancio y la sensación de soledad resulta difícil alojar la demanda.
Consideramos que la ausencia de criterios comunes para intervenir frente a los conflictos generan descontento y falta de credibilidad en la palabra adulta. De este modo las intervenciones adultas se activan casi exclusivamente frente a demandas explícitas de lxs estudiantes o ante situaciones de enfrentamiento físico. Estas intervenciones se asientan sobre la necesidad de “sofocar” el conflicto, reprimir la situación y “desligarse” del origen y los efectos que tienen lxs enfrentamientos y discusiones de lxs jóvenes.Cuestiones que no dan “tiempo” a forjar una red que sostenga el trabajo y la práctica institucional. La temporalidad queda atrapada en la inmediatez sin posibilidades de abrirse a un horizonte que favorezca la construcción de lo común.
A este respecto, varias investigaciones (Mutchinick, 2018; Tomasini, Domínguez y Peralta, 2013) han señalado que la ineficaz intervención adulta genera una sensación de impotencia y desconfianza hacia lxs adultxs de la escuela . De modo que frente a diversas situaciones de falta de respeto y conflictividad muchxs estudiantes deciden resolver solxs esas situaciones
La importancia de los acuerdos de convivencia
“Las palabras fueron originariamente ensalmos, y la palabra conserva todavía hoy mucho de su antiguo poder ensalmador. Mediante palabras puede un hombre hacer dichoso a otro o empujarlo a la desesperación; mediante palabras el maestro transmite su saber a los discípulos; mediante palabras el orador arrebata a la asamblea y determina sus juicios y sus resoluciones. Palabras despiertan sentimientos y son el medio universal con que los hombres se influyen unos a otros”. (Sigmund Freud, Conferencias de introducción al psicoanálisis).
A lo largo de esta clase hemos intentando pincelar algunas características que favorecen el lugar del adulto como mediador de los conflictos entre lxs jóvenes.Entendemos que los procesos de construcción de respeto están mediados por la escuela y por las relaciones que los/as jóvenes tienen con ella. En instituciones donde lxs agentes escolares representan una figura confiable para el arbitrio de diferentes situaciones conflictivas entre lxs jóvenes la construcción de respetabilidad se apoya en soportes institucionales. Por el contrario, si lxs estudiantes desarrollan menor confianza en las intervenciones adultas, el peso de hacerse respetar se emprende como un trabajo exclusivamente individual.
Quisimos traer este breve epígrafe de Freud que rescata la fuerza de la palabra como ensalmo, aquí el autor se refiere al lugar de cura que las mismas adquieren e invita a los oyentes a no desestimarlas y dice “mediante palabras puede un hombre hacer dichoso a otro o empujarlo a la desesperación”. Es decir que la palabra no es un simple enunciado que se lanza sin más, sino todo lo contrario: toca, calma, alivia.Pero puede también generar dolor y malestar. Tratamos también de ahondar en las condiciones que hacen que las palabras de lxs docentes, preceptores y agentes escolares, tengan legitimidad y potencia de ensalmo.
En este breve recorrido llegamos a la conjetura de que no es cualquier palabra la que causa un efecto de alivio y mediación. Sino que es aquella que se sostiene en la coherencia, y de allí la legitimidad que la acompaña. Es decir, la palabra valorada por lxs jóvenes que ejerce efecto de mediación es aquella que se sostiene en actos. Pero no en cualquier acto, sino en aquellos que se comparten comunitariamente. Cuando la escuela puede construir algo de lo común, en este caso las normas, las reglas, las pautas que delimitan aquello que sí y aquello que no puede hacerse en este espacio compartido. De allí que los acuerdos de convivencia se tornan herramientas necesarias. Esperamos que dejen de ser considerados como “una pérdida de tiempo”, sino más bien que puedan pensarse como una oportunidad para desafiar las lógicas individualistas que inundan nuestros espacios de trabajo y nuestra vida cotidiana.
Nos seguimos leyendo!
Un cariño
Verónica y Magdalena.
Itinerario de lecturas teóricas sugeridas para pensar y analizar sobre estos temas en la escuela
Estimados docentes a continuación dejamos a su disposición una serie de lecturas posibles para abordar la temática de las instituciones y las mediaciones de lxs adultos en la escuela secundaria. Se trata en la mayoría de los casos de resultado de investigaciones, análisis e indagaciones que a nivel nacional se vienen realizando sobre la temática.