2.11. Hacia Educación desenajenante y organización democrática del trabajo escolar
La perspectiva crítica de Jesualdo requería hacer un tránsito de la micropolítica del aula a la política educacional. Es interesante recordar cómo, en sus reflexiones sobre la política educativa advierte contra la reducción de los debates al problema del método: antes de discutir el “cómo” hay que tener claro el “para qué y el por qué”. En esta intersección sobre el sentido de la praxis pedagógica se condensan grandes debates de época y de todas las épocas.
En su reflexión está girando un concepto sobre el trabajo docente. Jesualdo reclama un maestro que se apropie de la definición de los medios y fines de su práctica, aunque la educación sea asunto colectivo más amplio. Sin caer en concepciones corporativas, sostiene la idea de un educador artista, que va forjando con su sentir, su decir, su hacer una relación y un proyecto pedagógico eficaz.
Una interesante novedad que propone Jesualdo es construir una planificación anual que parta de las preguntas de lxs estudiantes: El inicio del año supone la formulación de cuestionarios que orientarán la construcción del currículum anual. El método de la construcción curricular a partir de preguntas que elaboran los propios estudiantes una indudable ruptura epistemológica, cultural, pedagógica y organizacional. Supone una inédita redistribución del poder de decidir y del derecho a ser parte en la construcción de programas escolares que ahora se construyen de otro modo.
En una dirección complementaria proscribió Jesualdo tanto la coacción como la premiación, así como toda limitación a los deseos de los y las educandas. Se trató de una decisión totalmente subversiva: “en una palabra, rompí la psicología del maestro en la escuela en mí y la del escolar en el niño”46. Había, desde luego, un programa que cumplir, pero se desplegaba a través de las ocurrencias en la clase, enriquecida con experiencias personales más que como lecciones formales impuestas. Estos cambios iban generando cambios a menudo imperceptibles: los niños no podían abandonar la repetición monótona.
En resumen: “Confieso que durante este primer año de nuestro trabajo, a fin de destruir el falso concepto que la escuela con autoridad crea en el niño, sobre todos los asuntos, hube de dedicarme si no a desprestigiarla, a colocar en su verdadero sitio todo lo que se relacionaba con el niño intelectualmente: escuela, maestros, textos y programas. Esto me era absolutamente necesario. Sólo de este modo el niño podía ir entrando en un terreno tan seguro como el suyo propio; solamente cuando ya los fantasmas que la educación ha creado para colaborar en su ‘preparación’ no se pasearan por el tejado de su edificio mental; solamente cuando ya no existiera ese lastre en su psiquismo”47.
Jesualdo advierte con lucidez la peligrosidad de su posición, tan lejana de la responsabilidad que su clase social le había asignado a su función docente. Este riesgo lo asumió con la convicción de que era un camino imprescindible para que el niño fuera entrando en el dominio de sus medios, en la afirmación de sus verdades y, con todo ello, en la creciente confianza en su capacidad de ser y de expresarse. Los análisis en la clase se extendían hasta el límite del interés de los y las niñas, o, más precisamente, en un equilibrio entre la satisfacción de ellos y la “conciencia tranquila” del propio Jesualdo para respetar hasta donde fuese posible el currículum oficial. El trabajo sostenido en esta línea fue generando una dinámica que se convirtió en aptitud. Aparecía en los niños y niñas un genuino deseo de opinar, de recabar explicaciones, de preguntar hasta saciar su sed de saber. También se expandió la necesidad de personalizar cada hallazgo, haciendo emerger la verdad de cada situación y lograr una relación mucho más genuina del niño frente a los demás seres y las cosas.
Iba apareciendo, en cada educando/a, fe en su propia capacidad, confianza y una seguridad en sí mismo. Los resultados de aquella paciencia pedagógica y esa voluntad de reinventar lograron transformar la cultura de esa comunidad educativa: “Ahora, aquí, en este grupo, todos éramos capaces de realizar todo. Había recibido de herencia escolar a un niño despersonalizado, incapaz para nada que no fuera de la mano del amo, del ayudante o del maestro. Tenía, entonces, que reconocer públicamente este error y tratar de corregirlo seriamente. Desde ese día, pues, todos los niños de mi grupo eran capaces y personas, entidades concretas”48.
Esta organización del trabajo no podía saltearse las materias obligatorias del programa, lo suponía incorporar la inevitable dosis de temas oralistas y burocráticos que conforman la estructura curricular. El desafío era cumplir con lo que se pedía para adquirir los conocimientos oficialmente aprobados a la vez que sostener el interés de los y las educandas. En cuanto el proceso de construcción de conocimiento -que entraña definiciones filosóficas, epistemológicas, políticas y pedagógicas- el camino no fue lineal. Había preguntas acerca de cuáles conocimientos eran necesarios para propiciar esa educación para la libertad, para la autonomía, para la soberanía y la solidaridad. Así, había algunos conocimientos que, aunque cuesten o incluso tengan aristas repugnantes, deben ser objeto de apropiación para lograr avances en algunas ramas del saber.
Otros no parecían tener una aplicación práctica inmediata, estaban ligadas a ficciones que nos subyugan respondiendo a intereses íntimos pero no menos válidos. Los niños iban logrando hallazgos expresivos que eran valorados por Jesualdo, y les atribuía una originalidad de lo hecho o creado. En el camino, a los tres o cuatro meses de trabajo, advierte Jesualdo que cada quién iba adquiriendo rasgos propios y su producción denotaba atisbos personales que establecía una diferencia entre cada niño y niña.
La invención pedagógica implicaba el reconocimiento y una permanente transacción:
“Durante este primer año de nuestra prueba, pues, fui en estos pasos, lento, paciente y observador. Sin crearles mayores imposiciones a los niños, pero tampoco sin concederles todo lo que exigían. Hablábamos mucho sobre todo lo que me preguntaban, en un ambiente de gran lealtad. Aprovechaba la avidez que demostraban en sus preguntas, que, a veces, parecían saltar de la tierra a la luna, pero que en el fondo siempre estaban unidas por ese hilo sutil del interés asociativo. Además, aprovechaba a hacerlo ahora, seguro de que más adelante tendría que callar y aprender entonces su lección duradera para el resto de mi vida de maestro”49.
Un segundo elemento sustantivo de la pedagogía de Jesualdo era la vinculación con el movimiento y la actividad de la aldea, sus personajes y trabajos en sus relaciones con la escuela. Tal vínculo constituía, al decir del maestro rioplatense, “el cimiento de nuestra labor”50. Otra gran plataforma pedagógica era la naturaleza y sus fenómenos. El camino fue derivando en un reconocimiento del papel de Jesualdo como educador: “Yo empecé, entonces, más que a hablar a oír. Sobre lo que preguntaba casi nunca daba una lección (…) Y recababa, luego, su opinión sobre todas las cosas. Cuando los niños opinaban eran de una extraordinaria sabiduría, llenos de belleza y originales casi siempre. Pero no sé por qué razón, ninguno de ellos se animaba a condensar por escrito sus opiniones de una manera valiente y decidida. Yo suponía que les faltaba todavía ese élan de crear, ese medio paso, el más difícil, que nos retiene a todos en el camino que va del pensamiento a su expresión. No quería forzarlos a nada; quería sencillamente proceder como hace el apicultor que pone el recipiente debajo de la colmena y la abre para que desangre su miel…”51.
Ejemplifica con un primer ejercicio que hizo en el bosque, mientras apreciaban el paisaje y de pronto apareció un pájaro al que todos/as se detuvieron a observar en silencio. Jesualdo estudió ese silencio, y puso a rodar un ejercicio: en un papel, poner una oración sobre lo que él pensó sobre el pájaro. Luego dobló el papel y cada quién anotaba una frase y la doblaba, de modo que nadie leyera la producción del prójimo. Tras el ejercicio, Jesualdo transcribe las primeras muy bellas expresiones de los y las niñas. A partir de esas producciones se escribió la primera página de un libro de lectura colectiva que cada quién decidió ilustrar a su manera. Estaban a mitad de año y el balance daba cuenta del requisito de la paciencia pedagógica. A fin de año avanzó grandemente en el objetivo de que cada quién reafirme sus propias palabras, sus matices particulares, sus imágenes tan privativas de cada quién. La lectura del libro de texto, memorística, fue reemplazada por la lectura libre aunque condicionada por la biblioteca precaria. Y tal lectura se cuestionario construido por algunos de los niños y las niñas: ¿les interesó la obra?¿por qué? ¿cuál de los héroes y personajes que conoció le interesó más y por qué? El proceso venía habilitando conquistas en todos los campos, y uno que también advierte Jesualdo es el desarrollo de un sólido sentido de amistad, producto de una intimidad diaria que vivían y traducían en sus páginas. Este ejercicio revelaba una creciente seguridad y esa dinámica invertía la relación pedagógica, hasta cierto punto: “si antes yo era quién les llevaba un conocimiento, ahora eran ellos quienes me arrastraban a él”52.
El balance era contundente. Evalúa Jesualdo que: “Al terminar este primer año, nuestra experiencia podía sintetizarse de esta manera: en lo moral, confianza en sí mismo, respeto mutuo, sentido de la personalidad humana, alto interés por todos los problemas que nos rodeaban, amor y entendimiento por todas las cosas digna de ellos. En cuanto a la expresión: la seguridad en cada uno de ser dueño de su instrumento expresivo, de que él es intransferible y que suena de acuerdo tanto con nuestra razón como con nuestra emoción y que, sin duda alguna es particular en cada una de sus formas y matices. En lo cultural, que la expresión despierta deseos de conocimientos que sirven para aumentar la eficiencia de nuestra expresión, y que es necesario satisfacerlo enseguida”53.
A fin de año se hizo un festival para entregar el libro diario terminado, de cada uno, a sus respectivos padres. En su confección se utilizaban conocimientos técnicos pasados por el gusto del niño para la presentación de su propio libro. Los títulos eran diversos: “Huella”, “Camino arriba”, “Nuevo mundo”, “Risas infantiles”, “El libro de las nubes y el hombre”; “Pienso, trabajo y canto”, etc. Este grupo solicitó permanecer en la escuela un año más y organizar cursos de extensión cultural dado que no había otra institución educativa complementaria en la aldea. Se aceptó porque, además, este grupo tendría una influencia positiva en el grupo ingresante. “La severidad, el compañerismo, el interés del grupo anterior por todas las cosas, fue como una especie de redescubrimiento para los nuevos. Al principio hubo fricciones y separaciones, distancias de experiencias y conocimientos entre unos y otros, y dos morales para actuar, distintas. Los primeros planteaban las cuestiones, hacían su proyecto de trabajo para la semana o la quincena, se adoctrinaban en lo que respecta a fuentes de información y se dedicaban a sus trabajos con profunda conciencia de su responsabilidad, castigando a los remisos o apoyando a los ávidos por su propia cuenta. Me molestaban lo menos posible y sólo para las consultas fundamentales. Mientras que yo, con los nuevos, repetía los anteriores trabajos que había realizado con el primer grupo. Observar, discutir, opinar, planear”54.
Dado el éxito del trabajo, la maestra del otro grupo de tercer año pidió trabajar en la misma orientación bajo la dirección de Jesualdo con aquél plan expresionista, centralizando los intereses genuinos que parten de niños y niñas.
- 46 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño P. 116
- 47 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño P. 117
- 48 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño p. 119
- 49 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño p. 121
- 50 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño p. 121
- 51 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño p. 121
- 52 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño p. 124
- 53 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño p. 124
- 54 Sosa, Jesualdo, La Expresión Creadora del Niño p. 125