Presentación
Esta propuesta formativa se posiciona desde la Pedagogía de la Memoria a fin de vincular el trabajo de los docentes en las escuelas con la construcción de la memoria histórica sobre el genocidio perpetrado en la última dictadura cívico militar (1976-1983) en su relación con el presente.
La Pedagogía de la Memoria supone la enseñanza del pasado reciente, un pasado atravesado por el Terrorismo de Estado y el genocidio en la Argentina, responsables de una herida abierta en la sociedad que, actualmente, es objeto de procesos de justicia. Theodor Adorno señalaba que la tarea más importante de la educación después del Holocausto era evitar que Auschwitz se repita: por ello es fundamental enseñar el pasado sin ritualizarlo ni burocratizarlo. La Pedagogía de la Memoria es un campo que nos invita a dar apertura a nuevas preguntas que promuevan la construcción de problemas en el proceso de pase entre generaciones. La memoria siempre implica la operación de dar sentido al pasado, y por ello, es objeto de disputas y pasible de sucesivas reelaboraciones en función de los interrogantes que se le hagan desde el presente.
Se trata de abordar la enseñanza de experiencias indecibles, invivibles, en algún punto “inenseñables”. ¿Cómo trabajarlas desde las aulas?
Si es cierto que entre las generaciones actuales y las pasadas hay una “cita secreta” la escuela resulta un lugar clave para explicitar ese encuentro, ya que ellas, señala Elizabeth Jelin (2004) han sido escenarios privilegiados por diversos actores para esta transmisión. Un relevamiento realizado en 2015 por el Ministerio de Educación de la Nación dirigido a estudiantes del último curso de escuelas secundarias públicas, señaló que fue allí donde el 68,2% del estudiantado escuchó hablar con mayor frecuencia sobre la dictadura de 1976. Las instituciones escolares son, probadamente, un espacio clave en la transmisión del pasado reciente.
Cabe señalar una cuestión importante: según la edad, para los miembros de un mismo grupo social, la vivencia de un acontecimiento es absolutamente diferente y es una prevención a considerar que “el peso de este pasado (…) sobre generaciones que no lo han vivido sino que lo ven como un hecho lejano en el tiempo (…) puede generar la repetición y la ritualización produciendo un anquilosamiento y la pérdida de la posibilidad de resignificación…” (Jelin y Lorenz, 2004:6). Otra advertencia que hacen los investigadores apunta a considerar la dimensión local de la memoria, fragmentada en recuerdos distintos según se haya vivido en ciudades o pueblos, por lo que es necesario el abordaje anclado en cada territorio para buscar las preguntas y las memorias cercanas.
La escuela tiene la tarea ineludible de enseñar los procesos históricos y, fundamentalmente, proporcionar herramientas de análisis para que el estudiantado pueda apropiarse de ellas. Se trata de comprenderlos con el objetivo de que ayuden a interpelar las subjetividades para construir ese derecho a la memoria. En este sentido, las y los docentes somos “actores claves en la reconstrucción del sentido sociopolítico de la escuela pública como una política cultural inclusiva y democrática frente a la tradición autoritaria impuesta por la dictadura”. La institución escolar resulta “un contexto privilegiado para establecer las pautas de esa transmisión cultural del pasado a las nuevas generaciones”. La escuela, que como sabemos, no es neutral, no solo transmite cultura: forma a los ciudadanos de la democracia. Los jóvenes no reciben ese bagaje en la transmisión como receptores pasivos: lo hacen de un modo activo, ya que preguntan, cuestionan y dan sentido a ese pasado.
Los contenidos que se desarrollan en este curso buscan, en esa clave, brindar herramientas que ayuden a abordar de manera compleja el pasado reciente, comprendiendo los contextos históricos y la multicausalidad de los procesos. Secuencian y caracterizan los hitos del terrorismo de Estado que llevó adelante el genocidio en nuestro país y las respuestas desde las luchas populares por Memoria, Verdad y Justicia. Estudiar el pasado reciente y ahondar en las memorias nos alerta ante los mecanismos que buscan reeditar prácticas de olvido y negación. ¿Qué hicimos hasta ahora desde las escuelas por la Memoria, la Verdad y la Justicia? ¿Qué podemos hacer? ¿Cuáles son las preguntas renovadas y las propuestas creativas para construir nuevas acciones en favor de esas justas causas?